04 – Fabulas y pequeñas historias de despedida

Seguimos todavía en el refugio Elisabetta. Último capítulo con sus historias de cierre y sus últimos recuerdos. Ya próxima y prontamente se verán los nuevos horizontes.

L’invasione delle farfalle

19/7/23

Una semana atrás estábamos con Sere en el comedor charlando. Era tarde y el resto ya se habían ido todos a dormir, para variar. Decidimos dar por terminada nuestra velada. Nos paramos para encaminar el rumbo a la cama y ella me dice – ¿Hai visto le farfalle? -. Miro hacia la ventana de la mesa 5 y había dos mariposas blancas muy bonitas. Al principio pensé que eran polillas, pero no.

Al día siguiente, pareciera que se repite la historia de todas las noches. Cuando nos estamos yendo a dormir, Sere me llama desde el hall de entrada. Voy a ver qué pasa y había unas cinco o seis mariposas dando vueltas por el espacio. 

 – Wooow che bello – exclamo asombrado. Ya eran varias y aparte muy lindas. 

Las observamos un pequeño rato y continuamos nuestro cometido de irnos a dormir.

Días días después me tocaba hacer el desayuno. Llegó a la mañana al salón, me pongo a armar todo y no presto mucha atención en nada. No fue una colazione difícil. Estaba con Hele que era la segunda vez que la hacía, pero se desenvolvió muy bien. Cuando terminamos, me acerco a la mesa 5 mientras limpio el salón y veo que desde las ventanas de atrás de la mesa no se veía el exterior.

Una verdadera pared de mariposas había tapado todo el vidrio. Se juntaban con diversos mosquitos y bichos más chiquitos, pero eran ellas las que lideraban el recubrimiento de todo el espacio. Con una mezcla perfecta entre bello y sombrío. 

El día afuera estaba oscuro, nubes de tormenta se avecinaban, con tonos que pasaban por toda la escala de grises, menos el blanco.

«¿Qué puedo hacer?» Me preguntó internamente con la escoba en la mano. Son muy bellas las mariposas, pero no queda higiénico la ventana tapada por ellas en una mesa de restaurante… Tampoco las quiero matar.

Comienzo a intentar echarlas, moverlas con la escoba pero no había caso. Ni el miedo ni la capacidad de reacción eran parte de su accionar. Parecían totalmente abstraídas en su mundo. 

 – Valeeen! – escucho el grito de Giulia que viene desde fuera del salón. Dejo la escoba y voy a ver qué pasa.

 – ¿Dónde estás Gu? – grito mientras busco donde encontrarla.

 – En el baño de arriba, el de hombres – voy subiendo preguntándome qué habrá pasado cuando me responde en el acto – ¡Mira la cantidad de mariposas que hay acá! – .

Entro al baño y veo todas las paredes y el techo cubierto de mariposas. Había grandes y chiquitas, blancas, negras y grises. Todas estaban estacionadas en la pared, sin dar mucha importancia a la presencia de nadie.

 – Yo las voy a dejar ahí – me dice Giulia – Ya el baño este era un asco, ahora se le suma esto – agrega con cara de desagrado. – ¡Pero yo no soy una asesina!. -.

El tiempo sigue sucediendo y una parte se nosotros sigue su accionar buscando actuar como si nada pasara.

La noche del día siguiente con Sere íbamos a dormir en “la mesa 12”, ya que hacíamos desayuno juntos y de paso nos despertabamos directamente en el salón.

Todo parecía resultar un buen plan, vamos con todo el equipo a ver las estrellas afuera y disfrutar de una noche despejada. Cuando se acerca el momento de ir a dormir, entramos nuevamente y mientras nos proponemos armar las camas, notamos que la presencia de farfalle iba en un peligroso aumento.

Revoloteando alrededor de la luz.
Pegadas a las ventanas.
De adentro, de afuera.
Aparecían de todos lados, sin demostrar su procedencia.
Se sumaban a sus amigas en un tenebroso y bello baile de alas cenicientas.
Con la tétrica luz blanca que titila al son del revoloteo de las mariposas a su alrededor.

 – Penso di preferire non dormire qui. Ho un po’ paura di tutte queste farfalle – Me dice Sere con un deje de nerviosismo en la voz.

 – Io solo non voglio dormire qui – respondo siempre con una mezcla de español e italiano. Pero de alguna manera con ella nos entendemo.

Apagué todas las luces para probar si eso generaba que hubiese menos mariposas a la mañana siguiente. Ya no sabía que hacer. Era una invasión demasiado bella para tomar medidas drásticas al respecto.

Esa noche se escucharon los truenos y la lluvia de una fuerte tormenta que apareció repentinamente. 

A la mañana siguiente, el panorama era distinto, las mariposas estaban adornando el piso en vez de las ventanas. Con una apariencia que daba a entender que estaban muertas, pero al probar de barrerlas, con un átimo de esperanza, probaban remontar el vuelo. Sin mucho más éxito que escapar unos centímetros de la escoba que buscaba limpiar su marca.

De un día para el otro las mariposas habían desaparecido.
De un día para el otro las ventanas estaban limpias y solitarias.
El exterior se apreciaba sin la belleza intermediaria de una farfalla.
Pareciera que fuese obra de un hechizo, que después de las 12 todas las mariposas se convierten en… No sé en qué, todavía no lo he descubierto.

25/07/23

Hoy en día cada tanto aparece una mariposa, una polilla, una farfalla. El nombre que más les guste. Vuela, se posa y embellece con su delicado movimiento.
Vuelven a ser las efímeras mariposas que pasan por la noche y a la mañana siguiente se encuentran decorando el piso con sus cuerpos abandonados de vida.

15/08/23

Son la 01:30 de la noche y puedo empezar a sospechar que las mariposas están volviendo.

16/08/23

Ayer por la noche le farfalle habían regresado para decirnos algo. Me metí en medio de su aro de luz, buscando acercarme a ellas, intentar entenderlas. 

Se pusieron a revolotear en torno mío, a girar frente a mi, a golpearse en mi cara, mis anteojos y mi cuerpo. Era parte de su halo de luz, era parte de su espacio y ellas buscaban integrarme.

Pero su transmutación efímera seguía siendo eso. Al día siguiente ya habían vuelto a desaparecer, pero está vez sin dejar rastros. Esta vez sus cuerpos inertes habían encontrado un lugar donde trascender en paz. Cómo los elefantes, las mariposas habían migrado todas a algún pequeño lugar destinado a su olvido.

 

Gli uccellini di Mama

26/07/23

Ayer Tomi limpió la ventana de la pieza de mama que estaba toda llena de mierda de pájaro. Sirius, Pochoclo, Anacleto y Junior no están más. Tampoco sus padres. Ahora solo queda un óvalo vacío, resaltando la ausencia.

 

Recuerdo el primer día que llegué al refugio. Mientras Esteban nos mostraba las habitaciones y los distintos espacios del lugar. Entramos en una de las cámaras para empleados, que nos menciona que supuestamente es donde dormía Mamacita el año anterior.

Adentro había una cama simple y una cucheta para dos. Por el resto, era todo un asco. Pedazos de techo sobre el colchón y el piso, un montón de ropa y cosas sucias desparramadas, en el poco espacio que estaba ocupado por los tres puestos para dormir (que suerte que con Nacho llegamos primero y nos quedamos en la mejor habitación). Aparte de todo eso, se veía en la ventana, que del lado de afuera algún pájaro había armado su nido y había cinco huevos en él.

Que emoción.
Que problema.

Unos pocos días después empezamos a preguntarnos que hacer. ¿Podremos mover el nido? ¿Si lo hacemos la madre seguirá cuidandolo? ¿Cómo lo hacemos?

Era real que en algún momento iba a llegar más gente para trabajar con nosotros y en algún lugar tenían que dormir y ese lugar no era agradable. Era chiquito, cerrado, oscuro y no se podía abrir la ventana porque estaba el nido.

¿Qué hicimos al final? Nada.

Esperamos que nazcan rápidamente, pero eso no sucedió.

No recuerdo exactamente, pero más o menos el 8 ó 10 de junio llegaron Mámacita y Ricky. Ellos se tenían que instalar en la habitación del nido. El espacio donde la humedad y el encierro tenían una figura predominante.

Mama se emocionó un montón con los futuros pichones. Pero también le dió origen a sus primera quejas: – aaayyyy por dios, que no puedo abrir la ventana, que entra todo el olor de los pájaros y su mierda -.

Creo que no me alcanzan los dedos de todas las extremidades para contar cuántas veces me lo dijo. 

Pero si, tenía razón. El problema es que nadie sabía que hacer ni nadie se quería hacer responsable de moverlos y condenar a los pobres huevos al abandono. 

Por esa habitación pasaron todos y todos se fueron, menos mama, que sigue durmiendo ahí. Un lugar cerrado, con olor a encierro y a caca de pájaro.
Ricky se fue rápidamente al magazino (la despensa) dónde tiró un colchón en el suelo.
Giulia 2 días después de que llegó, se mudo con nosotros, tirando un colchón en el suelo de nuestra habitación.
Y casi todos los que fueron pasando por ahí resolvieron de alguna manera similar.

No recuerdo bien si fue el 18 o 19 de junio. Pero era una mañana donde yo estaba limpiando los baños cuando aparece Mama toda emocionada gritando. – Ha nacido!!! Ha nacido!! El primero de los ucellini ha salido del huevo!!! -.

Dejo el trapo que tenía en la mano y así como estaba, con guantes y todo, voy a la habitación de Mama a ver esto que estaba sucediendo. Entro, miro por la ventana y veo que ya no había cinco huevos, solo había cuatro. Uno había sido reemplazado por una bolita rosa, chiquita y vamos a ser sinceros, bastante fea. Se movía poco, pero estaba ahí, expectante de la nueva vida que le esperaba. Mama al lado mío sonreía como una mamá que ve a sus hijos.

El resto del día transcurrió cuasi normal pero siempre con interrupciones que iban llevando el conteo de nacimientos. 

 – ¡¡Nasce il secondo!! – Dijo Ricky mientras sacaba su celular para mostrar un vídeo que había hecho de cómo el pajarito salía del cascarón.

 – Ya nacieron cuatro!!- apareció Giuglia después del servicio de almuerzo toda contenta.

– Ya han nacido los cinco – dice Mama por la tarde, siempre con su acento híbrido de español dominicano e italiano. – ven a verlos, ven a verlos – continuaba mientras me agarraba de la muñeca y me llevaba a la habitación.

 – Parece que uno ha muerto, no sé qué le habrá pasado. – comienza a decir Mama apenas me la encuentro al día siguiente. – Pobrecito, no sé qué le habrá pasado. Capaz la mamá no lo alimentó por estar nosotros en la habitación. – estaba totalmente consternada y triste. 

 – Capaz nació mal – le digo yo intentando tranquilizarla – Es normal en la naturaleza! No creo que sea por nosotros. Cuando mis gatas tenían crías, solía haber alguno que nacía débil y moría los primeros días -.

 – Ah sí? Pero pobrecito – me responde con cara triste. La hubiera abrazado pero es de esas personas que voy aprendiendo a sentir que un abrazo los incómoda más que calmarlos.

Se le pasó dentro de todo rápido. Al ver que la madre y el padre siguieron siempre yendo a alimentar y cuidar de sus crías.

El crecimiento de los uccellini pasó a formar parte del cotidiano. Siempre era lindo ver cómo iban creciendo los pequeños. Pero no sólo crecían los pichones, también crecía el nivel de caca que se acumulaba en la ventana.

Cada tanto en las cenas surgía la conversación debido a que Mama dormía mal o toda la situación con los chicos dando vueltas por ahí sin un lugar donde acomodarse por qué la habitación no era agradable. Una mañana incluso Sere, así como entró tuvo que salir rápidamente para vomitar por causa del olor del lugar. 

Siempre que surge esta charla, Davide se mostraba firme en su opinión de que teníamos que sacar el nido a la mierda.

 – Y dónde lo ponemos? – pregunto yo

 –  Ay no… Y si se mueren los pichones? – dice Mama afligida.

 – Seguro que en una semana ya pueden volar. – Dice Giulia.

 – Bueno, pero también hay que priorizar, si ustedes no pueden dormir bien, algo hay que hacer -. Aporta Nacho con un poco de razón.

 – Bueno, yo mañana lo saco -. Dice Tomi en su búsqueda de protagonista y reconocimiento.

 – Dale, yo te ayudo y lo movemos al techo. -. Le responde Nacho.

 – Y si los padres los abandonan? -. Dice Mama afligida. Siendo la principal perjudicada, ella seguía priorizando a los pajaritos.

 – Bueno, les tendrá que dar de comer alguno de ustedes -. Le responde Davide ya con poca paciencia y un deje de ironía.

Aparte del tema de la gente que habitaba en la cámara con el nido, la situación de los pájaros complicaba también el restaurante. La ventana estaba justo sobre una de las entradas y bastante cerca de una mesa. Los pichones ya tenían un tamaño considerable y hacían unas cantidades de caca importante. Una dos o tres veces por día debíamos limpiar el suelo que se había teñido de blanco con su abundante mierda.

Al día siguiente Tomi y Nacho habían dicho de sacar el nido a la mañana, después del desayuno. Yo les ofrecí ayuda

No lo hicieron, por suerte. Decidieron que íbamos a seguir esperando que vuelen y se vayan. «Seguramente en menos de una semana ya volaban.»

Claramente no.

Los pequeños iban creciendo bastante rápido, aunque menos de lo que nosotros necesitábamos. Limpiamos su caca unas dos veces por día y observábamos como todos los que llegaban se ponían a observarlos sorprendidos. Sobre todo el momento donde los padres aparecían a darles de comer, dónde se volvía todo un espectáculo de graznidos de pájaros.

Por suerte Mama no dijo más nada de lo inhabitable de su espacio en la cena. Así Davide no se acordaba de la situación. 

Pero un mediodía, en pleno servicio, yo estaba en el bar con Davide mientras él hacía la caja. Se acerca un señor y me pide una servilleta. Yo estaba lavando unos vasos, así que cierro el agua, agarró el repasador para secarme las manos y estaba buscando las servilletas cuando me dice: – yes, I need a napkin because one of the bird make a shit over my bag -. 

Yo escucho esto e intento resolver rápido para que no llegue a Davide la situación, pero él ya había escuchado y mira al señor ya con cara de nervios para decirle – what happened mister? -.

 – Oh, I was sitting outside and one of the birds make a shit in my bag -. Le responde con cara de fastidio el extranjero. Yo no espero a escuchar lo que le dice Davide. Salgo rápido a la cocina para agarrar una servilleta y regresar velozmente. Que está persona desaparezca lo más rápido posible.

Regreso, le doy la servilleta al señor que me dice «thank you» sin estar muy convencido del mismo. Miro a Davide por dos segundos y estaba con una cara de total fastidio.

 – Esto no se puede repetir – me dice mientras yo automáticamente abro el agua y sigo lavando. – Esto está fuera de lugar, no puede volver a pasar -.

 – No, claro que no -. Le respondo mientras sigo pasando de taza en taza. 

Me quedo callado y no toco más el tema. Seguía sin la intención de hacer nada al respecto, pero claramente no se lo iba a comentar. Ya aprendí que con Davide no tiene sentido decir nada cuando se pone en modo queja. Repitió un par de veces más el «esto no se puede repetir» y continuó en la caja.

Esa noche parece que lo agarró a Tomi y lo puso entre la espada y la pared: Al día siguiente tenía que mover el nido, o lo tenía que mover. No había otra.

 – Noooo bueno, pero en menos de una semana ya vuelan – dijo más de uno. Cosa que nuevamente no iba a ser cierto, pero continuaba la esperanza.

No hubo flexibilidad en la decisión de Davide. Por suerte tampoco nadie siguió objetando nada.

El día siguiente comenzó con un Tomi afligido. No quería hacerse responsable de sacar a los pájaros de ahí, pero tampoco sabía cómo encarar la situación. 

 – Yo si Davide me pidiera, le diría que no lo hago. A lo sumo le justifico que no me animo. – Le digo a Tomi intentando calmarlo. – No te puede obligar a hacerlo, a lo sumo que lo haga el -. 

 – Bueno, pero se va a enojar! -.

 – Y que se enoje -. Ya estaba acostumbrado a sus enojos y sus respuestas, así que a la fina no era nada nuevo.

Continué con mis tareas, que ahora no recuerdo cuáles eran, si limpiar los baños o el dormitorio. 

Tomi no sacó el nido al final. Esto llevó a qué a la noche Davide descargara con él un poco de su clásico enojo. No sé qué le habrá dicho, pero estoy seguro que fue una gota más que se sumó al vaso de las inseguridades y mambos varios que siguió acumulando este chico y desbordaron en su retirada temprana.

Los pichones seguían creciendo.
Todos los días tenían su momento de expresión.
Un coro de graznidos chillones que sonaban de fondo tres veces por día.

El graznido fuerte y vibrante de los padres, con ese tono que delata que son de la familia de los cuervos. Marcaba un orden dentro de la melodía de sus hijos. Ponía un freno al atrevimiento de aquellos que buscaban tomar demasiada confianza. Era el aviso de que la hora de la comida se acercaba.

Un día parcialmente nublado, de esos que no hace frío ni calor. Eran las dos de la tarde, yo estaba en la caja y en el bar. Estaba solo por qué Davide ya se había ido. Estaba cobrando a unas personas cuando observó un amontonamiento de gente afuera, algo estaba pasando. 

No solo eran los clientes, estaban Giulia, Sere y hasta viene Mama.

«¿Qué está pasando?» Pienso en ese momento. La pregunta interna no podría subsistir mucho tiempo por qué llegaba todo el tiempo gente a la caja y me pedía de pagar, de un café, una torta o si le podía solucionar su existencia. Pero en eso miro hacia afuera, dónde cada vez el quilombo era más grande y veo un pequeño ser de color negro paseando por debajo de las mesas. 

 – Sirius è caduto dal nido! Non sa come tornare indietro – Arriba Seré al bar y me dice con una mezcla de alegría y duda por no saber qué hacer. 

La gente estaba amontonada, sacando fotos, curioseando e incluso intentando tocar al pobre pajarito que no podía más de los nervios. 

Casi se manda adentro en un intento de escapar de la multitud. Por suerte no lo logró porque solo iba a empeorar su situación. Daba vueltas por entre las sillas, con sus patitas que se le iban trabando en el enrejado. Intentaba volar hacia el nido sin lograr llegar mucho más alto que las primeras ventanas. Salí afuera pensando en probar de hacerme amigo e intentar de agarrarlo para regresarlo a su hogar desde adentro, pero escucho una voz que me frena.

 – ¡No lo toques!!! Mira si después le dejas tu olor y los padres no lo reconocen. – Me dice Giulia con su tono de voz firme.

 – Bueno, pero cómo lo ayudamos? Claramente no puede volver a subir – le contesto mientras veo como el pájaro escapaba de las manos indeseadas.

Regresé a la caja, que se estaba armando cola y seguí cobrando. Mientras pensaba que se podía hacer con el pobre pequeño. 

Fue cuestión de un par de minutos cuando vuelve Giulia y me dice – ¡Ya pudo volver! Un señor lo ayudó con su bastón a subir. Sirius está de nuevo con sus hermanos! -.

Esto era una buena señal, los pajaritos estaban cercanos a poder emprender el vuelo. O por lo menos eso estaban intentando.

Dos días después sucedió lo mismo a la mañana. Sirius, el aventurero de la familia volvió a bajar del nido. Era el momento donde toda la gente que había dormido aquí se estaba yendo y nosotros desayunábamos afuera. Aprovechamos esta paz para observar y dejarlo intentar subir, pero no podía. Sus intentos de volar lo alzaban un metro y medio o dos del suelo pero no más. Le seguían faltando unos tres metros más para poder volver a su lugar seguro.

A las dos horas vuelvo y el pobre estaba en una de las ventanas de abajo, acurrucado, medio deprimido. «Pobrecito», pensé «lo voy a ayudar esta vez ya está grande y no va a pasar nada».

Me fui acercando poco a poco e intentando hacerme amigo, por lo menos que se prenda de mi mano y sostenerlo para ayudarlo a subir un poco. No quería que se ponga más nervioso, así que fue todo muy lento. Al final logré sujetarlo y lo ayudé a subir un poco. Mi idea era propulsarlo a la ventana donde estaba el nido y que el haga el resto, pero terminó en la ventana de al lado. Estaba cerca, pero no estaba en el lugar correcto. Intenté volver a ayudarlo, pero ya a él no se lo veía muy cómodo.

En eso sus hermanos lo empiezan a alentar para que haga el pequeño cruce que le faltaba. De alguna manera u otra, con un poco más de esfuerzo, lo logró. Regreso de nuevo a su casa!

Fueron días en los que tanto Sirius, cómo sus hermanos Pochoclo, Anacleto y Junior nos miraban curiosamente. Poco a poco nos tenían un poco de confianza, en el fondo sabían que nosotros los habíamos defendido. Los padres espaciaban cada vez más sus visitas al nido, dando una muestra de que prontamente se acercaba la independencia. Cada vez más pronto ese momento de la vida donde uno tiene que buscar su propia comida, su propio hogar, su propio camino.

Una mañana fría de verano, una espolvoreada de nieve había caído sobre las montañas. El viento soplaba congelando los pulmones y una ausencia por ahora no descubierta se sentía en los corazones.

 – Gli ucellini! Gli ucellini hanno andato via!! -. Se escucha la voz de Mama que viene bajando las escaleras. Entra al salón y me agarra la muñeca, cómo suele hacer cuando te quiere hablar algo importante. – Diretore! Diretore! ¿Hai visto? Gli uccellini no están más, se han ido. Han dejado el nido!! -.

Fui a mirar con Mama que me seguía desde atrás y efectivamente, el nido estaba vacío. – Bueno, esperemos unos días por si regresan, capaz se fueron a dar un paseo. -. Le dije a Mama que se veía muy contenta, aunque a la vez ya traslucía un poco de nostalgia en su cara. Ella sonrió y compartimos un minuto de adiós para los ucellini.

No regresaron, su independencia seguro llegó con nuevas aventuras. Ahora solo tenemos un murmullo de gente solitario, sin el acompañamiento de las quejas de mamá y papá uccello, sin los gritos de alegría de sus hijos cuando les llevan la comida. Sin la mierda que debemos limpiar del piso.

Ayer Tomi limpio la ventana de la pieza de Mama, dónde estaba el nido. Ahora la ventana se puede abrir y puede ser una habitación más decente. Ayer fue el final de un ciclo. El cierre de una etapa que nos acompañó desde el primer momento que llegamos acá.

Chau Sirius, Pochoclo, Anacleto y Junior. Buenas vidas y buenas aventuras.
Chau a los padres, un placer compartir con ustedes el crecimiento de sus hijos.

 

Subida al vibaco Hess

4/09/23

Siguiendo con un poco del hilo de conversación que tenía ayer (narrado en el capítulo 3 de este blog), yo me preguntó «¿Qué carajo hago acá?». Poniendo un poco en contexto: me pedí hoy un día libre. Tenía ganas de ir a la cascada que se ve de enfrente del refugio y después subir al vibaco Hess.  Para el primero no hay camino marcado, tenía que inventar uno. Lo hice, no fue lo más difícil, aunque tuvo sus partes complicadas, nada de otro mundo. 

Cuando decidí ir al vibaco, empezó la travesía conectando camino. Tenía que llegar a interceptar el camino que subía sin bajar demasiado. Eso se pudo bien. Conecte con el camino y recordé lo que habíamos hecho con Nacho hace unos dos meses. Una vez que llegue a la parte nueva, sin descubrir, empecé a subir. Era una subida intensa. Al principio todo bien pero poco a poco se fue poniendo más difícil. El camino más lleno de piedra suelta, chiquita, tierra y empinado. Yo como buen testarudo seguí y seguí hasta que se me ocurrió la pregunta mágica: «Mañana como bajo esto?» . Ahí me empezó a invadir un poco el miedo. Vi hacia atrás y corrobore que lo que acababa de hacer era bastante empinado, aparte de ser un suelo suelto y difícil.  Pensé en la posibilidad de volver, pero la verdad que una mezcla de orgullo y cansancio no me dejaron. Así que seguí.

El camino siguió volviéndose más difícil y cada vez el sentimiento de cómo iba a volver mañana me era más pesado. Miraba hacia atrás y elegía no pensar en cómo se puede bajar esto. Pero ya había hecho casi todo el camino y algunos músculos de las piernas me estaban pidiendo reposo. ¿Qué era lo más sabio? Siempre pienso en mi Maestro y sus palabras «escucha tu primera voz». Pero había dos conversaciones mezcladas. 

«Baja ahora, ya está, desistí» – «Ya llegaste hasta acá, termina. Anda al lugar que te propusiste y descansa. Es lo mismo bajar ahora que mañana»

Al final, escuche la conversación que me incitaba a continuar. Llegue al vibaco Hess. Estoy en uno de los lugares más hermosos que estuve. Estoy arriba del glaciar, viendo todo el valle, las montañas, el monte Bianco, todo. Alzó la cabeza y veo un pequeño amigo que me vino a hacer compañía. Llegó un camosci (una cabra alpina) y empezó a acercarse, siempre con miedo. Está acá, mientras escribo, a un metro de la puerta lamiendo mi pis (si, suena asqueroso y no se porque lo hizo) y comiendo cosas que encuentra, me mira de reojo y ante cada movimiento que hago pega un pequeño brinco hacia atrás. 

El vibaco está en medio de la arista de la montaña, si salgo tengo el precipicio a un metro y medio. Es literalmente medio cilindro de lata verde que está sobre el precipicio de la montaña. Es hermoso e impactante. 

Acaba de aparecer el pequeño cabrito a seguir a su padre/madre. Ahora me miran entre los dos junto con un tercero que está un poco más alejado, toda la familia concurrida observando al lunático que subió hasta ahí. 

No sé cómo bajaré mañana, tengo un poco de miedo, pero sé que lo voy a afrontar y lo voy a lograr. Al final, si están leyendo esto es porque llegué abajo vivo. Sino, será un simple descargo frente a un final del que tampoco tengo argumentos negativos, salvó que fue muy pronto. Pero bueno, no sucederá. Sepan, que hoy y mañana serán días en qué mi mente estuvo 100% presente en cada paso y me hice parte de varios miedos para superarlos. Simplemente, afrontandolos.

5/09/23

Hoy me desperté a las 6.15. Hacía un poco de frío aunque se notaba que ya empezaba a levantar la temperatura. Por la ventanita del vivaco se veía como empezaba a clarear. Tenía que armar mi mochila y afrontar la inminente bajada. Dentro de mi cabeza a medida que me despertaba, se activaba la batalla interna entre el Valentín valiente, que sabe que puede afrontar lo que sea, y el miedoso que recuerda lo que vio el día anterior e intenta acobardarme. 

Agarro la banana que tengo en la mochila y me siento en la puerta a ver el amanecer. El sol todavía no salió pero ya se aprecia el color anaranjado y amarillento que avecina su llegada. Estoy a 2950 m.s.n.m, es increíble como se ve una línea de pequeños y grandes picos en el horizonte todos contorneados por las luces matutinas. Mi mente fatalista piensa en qué si muero bajando de acá, todo valió la pena. Por otro lado, sé que voy a bajar bien y que todo esto servirá para continuar sobrepasando mis miedos. 

Armó bien mi mochila y me preparo todo para salir mientras sigo apreciando la magia del paisaje. Cuando estoy poniéndome la mochila al hombro, el sol empieza a asomarse por el horizonte. Emprendo el camino de retorno y me enfrento a un abismo de piedras sueltas. No veo la marca amarilla pero si veo el punto al que tengo que llegar. ¿Cuál es entonces el mejor camino para llegar allí?  Escucho un resoplido a mi derecha, me giro y estaba mi amigo el Camosci mirándome, saludándome, todavía sin saber si confiar en mí o no. Lo saludo con cariño y también a su cría que me observaba desde su lado. 

La primera parte me pone muy nervioso, el barranco da rápidamente a la nada, así que voy tratando de aferrarme a cada cosa que pueda para aferrarme al suelo. Me sostengo ante la idea de que cuando llegue al corredor por el que voy a bajar de la montaña el riesgo va a ser menor, por qué a lo sumo, bajo de culo. Luego de varios pasos tímidos pero seguros, luego de varias respiraciones profundas, llegué a este mágico punto y me paré un segundo, tengo una vista panorámica de los dos lados, es increíble.  Presenciar esto vale la pena frente al resto de los sentimientos. 

Miro para abajo y observo la bajada. Mi interior de nuevo está ahí batallando, la parte que confía en mí y aquel que está cagado hasta las patas. Empiezo a bajar haciendo zigzag. El bastón en la mano que da al abismo y la otra mano libre para siempre poder prenderse a una piedra o algo. Mi nivel de concentración está a un 100%. Mi cabeza empieza a latir. Es la presión de toda esa situación, se que no es nada más, tengo que calmarme. La boca se me reseca constantemente. Doy un paso o dos y empujo un manojo de piedras, el mundo se derrumba, yo me agarró de una piedra, está se mueve también, clavo mis manos al suelo mientras me deslizo durante un metro o dos hacia abajo. Nada grave. Me paro un segundo para evaluar la situación y por dónde me conviene avanzar. Miro hacia abajo y siento piedras caer detrás mío. «Que carajo pasa». Miro hacia atrás, nada, miro hacia arriba y un camosci, paseando como si nada 20 metros más arriba y tirando piedras a su paso, hermoso.

No puedo detenerme mucho, tengo que seguir bajando, quiero terminar esta parte. Miro hacia atrás y noto la distancia que ya recorrí. La piedra que marca la punta ya no se ve de nuevo. Miro de nuevo hacia abajo y noto el fin de la parte difícil, está a unos 50 metros. No puedo creerlo. 

Cuando llegó me siento un rato y observo, no puedo evitar pensar en todo lo que hice pero quiero apagar mi mente. Cierro los ojos y busco calmar la cabeza, que baje la presión. Ya estoy abajo, otra meta superada, otro miedo vencido. Hoy, soy un poco más fuerte. 

Puede ser que haya sido un poco inconsciente ir solo a un lugar así. Pero a la vez reconozco que uno está más atento a todo lo que le rodea cuando es cien por ciento responsable de todo lo que le sucede. Al final, el cuidado siempre está en nosotros mismos.

Puede ser que para otra persona más experimentada eso hubiera sido como un paseo por el bosque. Pero supongo que las batallas son individuales de cada uno y se dan en aquellos campos donde se encuentra nuestro desconocimiento y nuestra inexperiencia.

 

Testimonios frente a un final

19/09/23

Google me dijo hace dos semanas más o menos, que llevo acá en el refugio 653 horas. La verdad, no hice la cuenta, creo que es mucho más. Tampoco creo que afecte mucho, así que una vez más, vamos a simular que Google tiene razón.

Después de casi cuatro meses aquí, dando vueltas por las paredes del Elisabetta, se acerca el final. Un final que viene acompañado de varios finales. A su vez, de varios comienzos. Todavía no los conozco, pero asumo que será así, de alguna manera las manecillas del reloj siempre siguen girando.

En estos últimos días se empieza a volver cada vez más notorio el cansancio y la falta de paciencia frente a las ganas de terminar que tenemos todos. Incluso en Davide, el jefe, con el que tuvimos una discusión importante hace unos días. Que si no hubiera sido por una constructiva charla al día siguiente, me estaba yendo hace 48 horas.

Cada vez somos menos, poco a poco los compañeros se van yendo. Yo me quedo hasta el cierre, no sé cómo será este extraño final, en 11 días pueden suceder miles de cosas. Por suerte también empezó a ser notorio el cambio en la cantidad de gente que llega, que cada día es menor.

Hay una parte, dentro mío que ya no soporta más a la gente, a mis compañeros, a nadie. «Me quiero ir a la mierda» pienso dentro mio. Pero a su vez, me genera un poco de nostalgia. Al final, son cuatro meses los que pase aquí adentro, toda una parte mía se acomodó a esto y formó una rutina, un hábito. Más allá de todo el estrés y los malhumores que se me hayan generado, rescato miles de cosas bellas, que son las que me van a quedar aquí guardadas. Recordando este lugar con mucho cariño…

Ayer por ejemplo vino un grupo de 12 chinos-yankies. O sea, eran de Estados Unidos, pero antes o después, todos eran chinos al final. La que estaba a cargo del grupo era Diane, un personaje muy cómico y agradable. No pude evitar decirle que apenas leí su nombre, no hubo forma de que deje de relacionarla con Twin Peaks y pensar en el agente Cooper diciéndole a su radio-grabadora «Diane, it’s seven of the morning, I need to drink a good coffee because last night I have a very strange dream». Ella, pobre, no tenía ni idea de que le estaba hablando, pero se cagó de risa. 

Por alguna razón, en un momento me empezó a hacer un montón de preguntas de mi vida, de que estaba haciendo acá y por qué. No entendía por qué estaba tan lejos de mi hogar, de mi familia. Hasta llegó a pensar que había tenido algún problema con mis padres para irme tan lejos. 

 – Cómo es que te viniste a trabajar tan lejos de tu hogar. ¿No querés volver? – me dice abriendo los ojos muy sorprendida e intrigada.

 – Si… Obvio que quiero volver, pero también quiero viajar y conocer. Pero eso me da la certeza de que voy a volver, pero no ahora. Capaz no pronto tampoco -.

La conversación fue interrumpida por un sujeto que estaba esperando que le haga un café. Una secuencia de cosas comenzaron a suceder después que generaron que nunca se reanude la charla. Pero los pensamientos siguen formándose y me llevan a preguntarme quién soy yo ahora. Quien es “ese” yo que está lejos de su hogar.

Pero a la vez, se me vienen a la cabeza las palabras de Marlene, una chica francesa que terminó en contacto frecuente con Nacho luego de un encuentro no muy fortuito. Cuando el estaba volviendo del refugio Gonella, para lo cual hay que cruzar un paso de glaciar, se encuentra en una situación donde un hombre se había caído a una grieta con agua hasta el pecho. Hay un montón de detalles que no tiene sentido darlos, porqué aparte siento que no me corresponde ya que es una historia que no viví yo. Pero en resumen, este hombre era amigo de Marlene y Nacho intentó, junto con otra gente, sacarlo de la grieta. No lo lograron. Recién cuando llegó el helicóptero pudo sacarlo. El hombre no sobrevivió, falleció poco después en el hospital.

Después de esto Marlene vino dos veces al refugio Elisabetta. La primera vez pasó por la mañana y charló un rato con nosotros. La segunda vez fue hace menos de una semana, está vez para pasar la noche aquí. Cuando llega yo estaba solo en el bar, Esteban y Sere se habían ido a descansar. Mientras la gente no me pedía nada, charlaba y compartía con ella. De nuevo estuvo, disimuladamente, el comentario de que haces tan lejos de tu casa. Pero está vez más relacionado con el hogar.

 – Debe ser difícil tener que vivir aquí, siempre lleno de gente. Aunque a la vez es todo muy grande. Tu espacio es el espacio de todos. ¿No te falta tu hogar? – me dice ella en un inglés con mucho acento francés. Le costaba hablar en este idioma, pero era nuestro punto de encuentro.

Yo me quedo pensando un poco, al final me doy cuenta que no es algo que haya pensado mucho. En el fondo lo naturalice. Estoy viviendo aquí, es parte de mi, de mi ser. – No lo sé, en cierta forma te acostumbras. También, creo que es la búsqueda de intentar armar un hogar interno. Para que eso te permita poder ir a cualquier lado y estar bien. – Le respondo luego de unos segundos.

Me mira, me escucha y se queda pensando. Pobre, se nota en su cara que en ese momento ella no está bien. Todo lo que pasó le movió totalmente el piso. Pero se nota también que está buscando recomponerse y por alguna razón el compartir con nosotros, siento que la ayuda. Al día siguiente cuando se fue, se notaba que por lo menos el día de ayer había sido feliz, luego de que nos quedemos a la noche también con algunos guías de Cairn. Charlando, bebiendo y riendo.

Pero bueno, el fin se sigue acercando y con eso los ánimos decrecen. ¿Qué es lo que nos genera esa falta de algo más?

Hace ya una semana se fueron Nacho y Leo. Giulia ya se había ido a principio de mes y Mamasita se acaba de ir hace una hora. Quedamos Esteban, Fra, Serena y yo. Serena se va en dos días, así que retornamos al principio, a la soledad con nuestra consciencia. Solo que ahora cambiamos a Nacho por Esteban, un cordobés por otro.

Fue a principios de mes que aparecieron las vacas aquí abajo en el valle (si, lo sé, nada que ver con nada, pero todo tiene sentido al final). Si no me equivoco vienen de Francia… Hace poco más de un mes se empezaron a ver acercándose, primero se asentaron poco antes del col de la Seigne, con su grupo de pastores. 

Recuerdo en mis paseos a la Casermetta, para visitar a Elisabetta y Sòlene que estaban trabajando en el lugar. Un pequeño museo de estudios ecológicos y ambientales. En esas caminatas empecé a cruzarme a «le mucche»con su música y sus aromas y que van moviéndose poco a poco, valle abajo. 

Un día de estos, de principios de septiembre, estábamos con Nacho y Esteban afuera. Eran aproximadamente las 10 de la mañana de un día soleado y caluroso, ya se empezaba a oler la paz, aunque se disrumpia rápidamente, iba y venía a un ritmo agradable. Mientras charlamos de boludeces y tomamos mate, cómo buenos argentino, nos inunda un ruido de cencerros. Nos giramos y vemos como desde arriba del valle se viene acercando un hombre que lidera un rebaño de vacas, cerrado por otros dos hombres, en el medio, unas setenta de ellas. Se acercan casi hasta las ruinas, separadas solo por el río y el camino. Un lindo espectáculo que ya me lo habían anticipado, pero no dejo de sorprenderme. 

Desde ese día el sonido de los cencerros se volvió parte de la música de fondo. Una armonía de distintas campanas que sonaban sin un ritmo fijo, pero constante. Apenas disminuído mínimamente por la noche.

Al día siguiente de ese día, estábamos con Serena afuera mirando las vacas y ella me dice – Quando le mucche vengono qui, è per questo che la fine sta arrivando -. La miro y pienso en el momento en que Fra me había dicho algo parecido, un mes atrás. «Fino a la fine, le mucche sono arrivati qui». Ahora el tiempo ha pasado. Cómo siempre hay un punto dónde las cosas parecen totalmente lejanas, eternas. El final nunca llegará… Pero si, llega y pasa, cómo todo. – La discesa è vicina -. La voz de Sere me devuelve a la tierra. La veo y ella también está con la vista perdida en las vacas y anda a saber cuántas cosas más. 

La bajada se acerca.

Hoy, dos semanas después, las vacas ya han bajado, siguiendo el camino hacia Courmayeur y su hogar de invierno. Se ven a lo lejos, cómo puntos marrones. Ya me imagino como dentro de no mucho así se empezarán a ver los recuerdos de este lugar. Manchas difusas de recuerdos en el pasado. Algunas con más lujo de detalle, embellecidas por la felicidad del momento transcurrido. Otras emborronadas por aquellos sentimientos que nos niegan a recordar aquello que nos dio fastidio. No me molesta tampoco eso, me gusta que por lo menos en mi los recuerdos estén pintados por los momentos felices que los embellecieron.

La bajada se acerca cada vez más. Las vacas ya han bajado un tramo más y están un paso más cerca de su regreso al hogar. 

¿Pero yo adónde regreso? 

Me agarra la ansiedad de terminar para poder salir de una cierta monotonía que me pesa… Siempre me pesó la monotonía. Pero adónde es que regreso, a la casa de mi hermano, a su hogar. Si es verdad que tengo mi hogar dentro mío (y no fue una vulgar mentira que puedo haber dicho expresando algo de lo que no estoy seguro, pero quiero estarlo), cualquier lugar al que vaya será mi hogar. La gran pregunta es ¿Qué sucede cuando no estoy cómodo en mi hogar? Dónde voy… ¿Puedo salir de mi mismo?

Bueno, delirios que creo que nacen de la inseguridad frente a los misterios que se avecinan. O también de esa nostalgia que ya empieza a atacar frente al sorpresivo vacío que invadió el refugio.

Primero estuvieron los conflictos. Los ánimos de todos estaban un poco caldeados y hubo caos, peleas de todo tipo. Choques de ego. Ahora asoma la soledad que tanto representa a la montaña y yo ya pensaba que acá se había perdido. Una paz, irrumpida por unos pocos en el transcurso del día, el resto se acomoda al silencio y la calma. 

21/09/23

Los recuerdos se empiezan a amontonar. Toda una marea de sucesos empieza a suceder en mi mente. Es muy loco porque a veces las cosas no adquieren importancia en el momento pero si cuando el paso del tiempo les da valor. Otras veces si, vivimos un momento siendo plenamente conscientes de lo importante de aquello que estamos viviendo.

Me acuerdo de Jackie. Pobre, apenas llegaron con sus dos amigas justo cuando la cocina estaba por cerrar. Llegó mucha gente de golpe y yo me puse en modo despacho rápido. ¿Querés almorzar? Decime que querés y sentate a comer que estamos cerrando ¿A no? Bueno, te hago el check-in y te llevo a tu habitación. Ellas pidieron unas pastas pomodoro y se sentaron en la mesa 2. Terminé de atender al resto de la gente, pusimos nuestro improvisado cartel de «Launch break» y nos fuimos a comer.

Cuando nosotros terminamos la comida y ellas también, les fui a mostrar su lugar en el dormitorio. En ese momento mientras subíamos las escaleras y charlábamos, me quedé enamorado de los ojos de una de ellas. Unos ojos celestes, con algunos matices de verde agua y un contorno negro que rodeaba el Iris resaltandolo.

Son de Estados Unidos, de Colorado. El idioma predominante era el inglés, pero Jackie también hablaba un poco de español, así que quedamos en qué la iba a ayudar a practicarlo.

Ese día tenía mi pausa de la tarde a las cinco. La verdad se pasó rápido, cuando llegaron los chicos para hacer el recambio salí a la terraza y la vi sentada en una mesa pintando con acuarelas. Me acerqué y le pregunté si me podía sentar con ella. Estaba pintando una parte del hermoso paisaje que yo veo todos los días. En su cuadernito llevaba un registro de los diferentes días de la caminata con una pintura. Me pareció hermoso. Estuvimos charlando un buen rato, también con sus amigas que por turnos se sumaron a nuestra mesa y luego se iban nuevamente. Las charlas iban intercalando entre el inglés y el español, dónde cada uno ayudaba al otro a mejorar su idioma. Luego de una hora, llegó el momento de regresar al trabajo.

Ese día era un día distinto. Había una carrera que se llama TorX450, dónde la gente hace CUATROCIENTOS CINCUENTA KILÓMETROS dando la vuelta al valle D’Aosta, por glaciares, por todos lados, CORRIENDO, con un récord de 6 o 7 días, increíble. Nosotros éramos la primera parada de la carrera, que inicia en Courmayeur y los corredores pasaban por el refugio a recargar agua, comer una sopa y tomar un café. Pero claro, pasaban a eso de las 22.30 hasta las 23.30, por ende, era un día más largo. 

Aparte del cansancio por las horas extras, ya se estaba empezando a notar ya esa energía de cansancio general de todos y yo en un momento me fastidie. Después de servir el segundo plato, me fui afuera a tomar un poco de aire antes que se arme una discusión con alguno. Luego de unos veinte minutos afuera, regresé y me puse a levantar y limpiar todo rápido, que debíamos preparar para recibir la carrera. Cuando todo estaba medianamente listo, me fui a hablar con Jackie afuera. Ya estaba oscuro y adentro estaba casi todo preparado. Faltaba que comamos nosotros y esperar. «Si desaparezco en este momento va a ser muy poco importante» pienso para mis adentro, así que la miro a los ojos, que aún en la oscuridad resaltan, y le digo de ir atrás a tirarnos al pasto a ver las estrellas. 

Las situaciones cómicas no quedaron de lado. Esa tarde estaba también Cairn, una empresa de guías francesa que lleva a la gente a hacer el tour llevándolos sus mochilas con mulas, la cuál en un momento se nos acerca en la oscuridad y los dos pegamos un salto del susto. Las charlas se siguieron dando mezclando el español y el inglés bajo un bellísimo cielo estrellado. Luego de más o menos media hora consideré que debía regresar para no dejar en banda a mis compañeros con toda la situación de la carrera (si, yo y mi maldito sentido de la responsabilidad). Por suerte, no duró mucho.

Fue al poco rato que se empiezan a ver toda la fila de linternas viniendo por el valle, fue muy hermoso sinceramente, podría haber sacado una muy linda foto, pero la verdad, no me arrepiento de haberme ido cuando nuevamente me di cuenta que no era necesario que esté ahí. Nacho y Esteban secundaron la idea de que éramos demasiados al pedo y me mandaron a volar. Miré para los costados, ví el destello celeste en la oscuridad, le sonreí y acto seguido, tiré la bomba de humo. El resto de la noche fue hermosa.

Me acuerdo de Oded, un señor de Israel que me hizo recordar mucho a mi papá. Estuvimos en mi descanso de la tarde, sentados en la terraza charlando un montón. Sobre la vida, las formas de ver el mundo, cómo la discriminación y la falta de inclusión por parte de las ideologías cerradas hacen del mundo un lugar hostil innecesariamente. Pero sobre todo, hablamos mucho de cómo uno es mayormente participe de la forma en que el mundo se le presenta y a la vez, la elección de que hace con ello.

Cuando le dije que se parecía a mi papá, él me dijo que me parecía a su hijo. Y de verdad, me mostró una foto y era yo cuando tenía el pelo largo. Pequeñas coincidencias.

Me acuerdo la noche que nos quedamos con Esteban, Nacho y Giulia charlando con una chilena y dos chicas de Eslovenia. Conversaciones cruzadas por idiomas diversos e ingleses faltos de práctica. Pero a su vez, las risas estuvieron siempre presentes.

No puedo no acordarme de la pareja de japoneses que vino en junio, una semana después de que recién haya empezado. Al principio parecían muy retraídos. Pero cuando se acercaron para pedir, el problema estaba claro, no entendían nada. Andaban con un aparatito al que le hablaban y les traducía a cualquier lengua. Me encantó por qué me lo ponían en italiano y en ese momento no entendía nada. La odisea era hacerles entender que por favor, lo pongan en inglés o español.

Una vez que entraron en confianza, eran increíblemente cariñosos. Aparte de que todo les sorprendía y derivaba en un tremendo «ooooooohhh» con acento japonés.

En la cena intentaron preguntar qué era eso que tenían en el plato (polenta). Al principio le hable al aparato, pero la verdad no sabía si me tomaba bien. Que carajo se yo si esos caracteres extraños significan «maíz». Así que me fui a pescar internet y volví con una foto de un choclo, no lo podían creer.

Hubo una noche que nos quedamos jugando al Catan con dos chicas estadounidenses. Yo compré las cartas en Alemania, así que el juego por ende estaba en alemán (ja, esa si que no se la esperaban). Explicar el juego en inglés, cuando las cartas están en alemán y mi mente procesa en español no fue fácil. Pero parece que lo hice bastante bien… El juego lo jugamos sin muchos pormenores.

Estábamos recién iniciando la partida cuando mamasita y Serena empiezan a gritar como locas. 

«Un topo, un topo» y se ve pasar una bella lauchita de la cocina al comedor. (Topo en italiano es ratón). Faaaa, ahí empezamos a armar, desarmar todo, intentar atraparlo o llevarlo hacia afuera. Ninguno quería matarla tampoco, pobrecita.

Las dos chicas, para sorpresa mía, en vez de estar asustadas, pusieron mucho empeño en ayudarnos en nuestro cometido. No lo logramos, o si, no sabemos, a la lauchita no la vimos más. Creo que se asustó de seis locos que intentaban acorralarla y salió por el mismo lugar que había entrado.

Las caminatas de mis días libres o simplemente de los días que podía tener un poco más de tiempo a la tarde y me iba a dar la vuelta.

La noche que Ricky empezó a rapear arriba del tema que grabamos con Emi y Tincho antes de que me vaya.

Todo esto y mucho más… si me pongo a pensar, cuatro meses es un montón y ya casi pasaron. Llenos de sucesos, a veces llenos de nada. Llenos de nada por qué uno empezaba en automático y no prestaba atención a nada. 

Tantos momentos que ya fueron emborronados por el tiempo.

02/10/23

Finito

Elisabetta ha chiuso da ieri.

Cómo me siento… feliz. Una etapa que se cierra. Mi necesidad de cambios ya estaba sintiéndose afectada por esta monotonía hermosa. Que irónico. 

Frente a todas las monotonía que uno puede experimentar en los diferentes laburos, me siento feliz de ir encontrando algunas que me permitan ver la belleza de la naturaleza, experimentar un lugar, sentirlo y vivirlo como si fuera parte de él. 

Claro está que otras monotonías no son tan intensas. Podés salir del trabajo, ir a tomar una birra, juntarte con otra gente, tomar un curso de loquesea. Pero al final, también la intensidad te da otras experiencias, te encarna en ese papel que uno está viviendo. Te compenetras con la montaña, el lago, el glaciar, el atardecer, las estrellas y las marmotas. Al final para la gente que pasa sos una especie más que vive en la montaña. Eso me encanta.

Pero bueno, ahora no. Se terminó en el momento justo que se tenía que terminar. Es hermoso estar sentado en el colectivo, regresando a Alemania pensando en que podría llegar a ser lo próximo que haga… faa, un montón de cosas ¿qué es lo que más quiero? Jajajaja 

Faaaa… un montón de cosas.

Agradezco por estás oportunidades a un mundo increíblemente amplio. Dónde si uno busca, encuentra. Pero, creo, que lo más importante es aprender a dejar el vacío para que las cosas aparezcan y entren. Sino, pasan de largo buscando su espacio. También aprender a sobrellevar los momentos de mierda, que no quiero caer en el positivismo barato y decir que no existen, por qué si, a montones. Pero creo que sí uno los sabe llevar, bancar o enfrentar… al final siempre se puede sacar algo positivo. Y sino, bueno, que pasen y «vaffanculo».

 Jajajaja gracias a este bello idioma.

 


 

Cabe aclarar que los sucesos transcurren siempre en un tiempo pasado. Aquello que ha acontecido sufrió el paso del tiempo antes de ser traducido a las palabras. Lapso sobre el cual la mente ha podido analizar e interiorizar aquello que vivió desde perspectivas distintas a la espontaneidad del momento presente. Las fechas buscan darle un orden a aquello que se lee, pero igual está condicionado al desorden interno que pierde la precisión de la línea temporal. 

Demás está decir que muchas cosas van a estar desordenadas y también cuenta con muchos sucesos que son adheridos en la transcripción o corrección del texto, dando avances sobre la fecha dada originalmente. Quedando a elección del lector buscar armar el rompecabezas como corresponde o simplemente leerlo dejándose llevar por la nueva cronología dada por las palabras escritas.

Por otro lado, como siempre digo, estoy abierto a comentarios acerca de todo lo que he escrito. O también es un placer que igual me escriban contando cómo están ustedes. Cualquier cosa que continué el intercambio me hace feliz y siento que enrice un montón. Todo esto puede ser vía wpp, mail (está todo anotado en el pie de página) o mismo en la cajita de comentarios que se encuentra aquí abajo.

Si les gusto leerme, abajo del todo, también en el pie de página, tienen una cajita donde se pueden subscribir para recibir un mail cuando suba un articulo nuevo. Así no se lo pierden! 

Les mando un gran abrazo desde donde sea que estén viendo esto y gracias por leer!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Esta imagen no puede ser copiada =)