11 – Previas de un viaje a Japón

¿Qué carajo pasó Valen? 

En el capítulo anterior estabas dando vueltas por Europa y ahora me venís con un capítulo en que el título dice que vas a Japón pero aparece una foto de las pirámides. 

Parece que les estuviera tomando el pelo, pero no. 

 

Para empezar pasó un año… Supongo que más que suficiente para que sucedan muchas cosas. En el medio di algunas vueltas más por Europa y el Sudeste Asiático, hice otra temporada en un refugio en Italia (este del lado de los Dolomites, mucho mejor), lo cual ya ampliaré en otro momento. Volví a la Argentina unos meses y acá estoy.

Entre todas las otras cosas que estuve investigando y aprendiendo, también empecé a aprender japonés. ¿Japones? ¿日本語?  ほんとうですか.
Bueno, si… 

¿Por qué?

Porque quería ir a Japón. Quería tramitar la visa working holiday e irme un año al país del sol naciente. 

 

Bueno, eso fue un resumen muy resumido de lo que pasó en un año. ¿Por qué quería irme a Japón? Bueno, eso lo responderé más adelante si realmente les interesa. Si tienen preguntas pueden hacerlas aquí abajo y las respondo en otro capítulo mezclandolas con lo que sea que suceda. Se que puede sonar espacio publicitario, pero no es la idea. Más allá de que siempre ayuda la interacción con la página, lo digo más por el hecho de generar un ida y vuelta con las inquietudes que se generen más allá de contar lo que yo decida contar.

Por mientras vamos con la historia. ¿Les parece? Sino va a ser el plomo de Valen diciendo pavadas de nuevo. Bueno, la historia es un poco eso, pero hare lo que pueda. 

 

Esto comienzó con una reflexiva reflexión de un reflexivo Valen, aquella mañana del…
12/03/25

A veces, uno proyecta cosas a futuro. Imagina aventuras que le gustaría vivir.
Cada tanto, esas fantasías empiezan a tomar colores más reales, pero aún se quedan en el rincón del “algún día”. Sin embargo, el futuro, queramos o no, llega. Y si uno le sigue metiendo energía a esos proyectos, puede que un día se despierte y note que la realidad está yendo justo por ese camino que soñó.

Aunque, claro… a todo hay que llegar. Y los caminos se transitan solo caminando.
Así que acá estoy, en Bogotá, Colombia. Sentado en el aeropuerto, viendo cómo despegan los aviones mientras espero el turno del mío.

Mi vuelo original salió hace una hora y media, pero el primero se demoró en despegar de Ezeiza, así que lo perdí. Primer vuelo perdido de mi vida.
Por suerte, todo se resolvió sin drama. Las azafatas me tranquilizaron en el avión: “la empresa se encarga de todo”, dijeron. Y así fue. Apenas aterricé, desembarqué y me entregaron el nuevo ticket. Mi siguiente vuelo sale en seis horas. Acompañado, eso sí, de tres gloriosos vouchers de comida.

No hubo grandes daños.

Por otro lado, formó parte de las coincidencias lindas y anecdóticas de la vida. Ese vuelo era uno de los que no compartimos con Tolke. El viaja en el siguiente, que fue al cual a  mi me movieron. Cuando llegue y me vea acá no va a entender nada.
El destino quería que viajemos juntos.


Próxima parada: Madrid – Aeropuerto de Barajas.

13/03/25

Día dos. Sigo en un aeropuerto.
Este lugar se está transformando en una especie de limbo eterno donde el tiempo se dobla y todo gira en círculo. La espera se mezcla con una ansiedad blanda, pegajosa. Como si el aire mismo no te dejara pensar.

El día tuvo un tinte etéreo: poco sueño, muchas ganas de llegar a algún lugar. Por la mañana tuvimos unas entrevistas en Kioto (desde acá, sí, cosas modernas) y ¡logramos resolver nuestro hospedaje! Ya tenemos habitación para los primeros tres meses de estadía en Japón.

Después pensamos en salir a dar una vuelta por Madrid. Nos tomó como 30 o 40 minutos salir del aeropuerto. Esperamos otros 10 por el colectivo, que tardaba unos 40 en llegar al centro. Hicimos cuentas: íbamos a tener una hora y media para caminar y ya volver corriendo. Así que dimos una bocanada de aire madrileño, miramos el reloj… y decidimos volver al loop aeroportuario.

Ahora estoy tomando un café mientras Tolke, enfrente mío, intenta dormir babeando sobre la mesa.
Quedan solo dos horas para el vuelo a El Cairo. Ese dura otras cuatro.

Casi.

16/03/25

Venimos de un país donde las cosas no siempre funcionan bien, sí.
Pero Egipto…

La llegada a El Cairo fue toda una postal de lo que se venía. Lo bueno es que los controles del aeropuerto fueron sorprendentemente sencillos. Nada de escenas caóticas como las que me había imaginado. Todo medianamente rápido. Nadie parecía tener problema con que estuviéramos ahí… ni muchas ganas de trabajar tampoco. Pasamos como si fuera nuestra casa.

Al salir: avalancha humana.
Cientos de tipos ofreciendo taxi, persiguiéndonos, sin pausa ni medida. Al final, caímos en la primera trampa: aceptamos que uno de esos personajes nos llevara. Nos cobraba 500, pero como no tenía cambio, salió 550 libras egipcias. Le di 600 y según su lógica “cedía” 50 él y 50 yo. Con dos días encima en aeropuertos y pocas ganas de discutir, le dije que sí. Que se vaya. Ya me despertaré mañana con energía para enfrentar este tipo de sujetos.

El hostel… la entrada se cae un poco a pedazos, el ascensor sin puerta, pero tiene su encanto. Una vez que uno sale del ascensor, noveno piso, todo cambia y se ve mucho más bonito. Buena onda, buena gente. Ya la primera noche nos invitaron a compartir un montón de comida que les había sobrado y algunas lindas conversaciones.

Pirámides: check.  √


¿Me gustaron? Sí. Me encantaron.
La sensación de estar ahí, viéndolas con mis propios ojos, me hizo increíblemente feliz.
¿Me entristecieron? También. Todo es un negocio. Las pirámides parecen lo de menos. El lugar está sucio, los camellos sufren maltrato, y la cantidad de gente que dejan entrar es absurda. El espacio personal adentro no existe.

Fue, sin duda, una experiencia fuerte. Creo que un poco del misticismo que en un momento tuvo se perdió. O por lo menos la energía que debe haber tenido en algún momento está totalmente opacada. Por un lado me alegra haber podido ir, pero no se si mis sentimientos encontrados no me llevan a pensar que capaz sería mejor que nadie pueda ir. 

Que loco no, hace unos cinco mil años, unas personas como vos, yo, tu vecino, etc (bueno, seguro con un poco más de plata, pero, humanos al fin). Decidieron hacer unos monumentos increíbles para preservarse en la muerte como estuvieron en vida (el cómo, los dejo a su gusto, yo creo que no fueron esclavos. O fue mano de obra calificada y paga o fue ayuda externa, da lo mismo). Esos monumentos increíbles duraron todo este tiempo hasta ahora donde un grupo de magnates insaciables de poder económico decide vaciarlos y convertirlos en parques de diversiones. Hermoso.

Así que si queda algo que sacar en claro, tipo una moraleja, podría ser: No se preocupen demasiado por lo que hacen ahora en sus vidas, disfruten, que capaz en cinco mil años alguien esté meando sobre vuestro cadáver.

Esa misma noche, los del hostel nos invitaron a una fiesta en un bote, en medio del Nilo, bajo la luna llena. Bizarro. Divertido. Inolvidable. Puse un par de temas de cumbia para hacer un poco de patria. 

———–

Ayer fuimos a Matariya con un grupo gigante del hostel y de Couchsurfing.
Ahí hacen una celebración hermosa. Durante el Ramadán, la gente ayuna de 6 a 18 todos los días durante un mes. Ayuno completo, sin agua, comida, nada. Cuando se acerca el momento donde finaliza el ayuno, que coincide con la puesta del sol, la gente se reune a compartir lo que llaman su “desayuno”, o como lo llaman ellos “Iftar”. En este caso, era la mitad del mes de Ramadán, por eso era una celebración un poco mayor y con más llegada a la gente. Dentro de un barrio humilde, se arman grandes mesas que abarcan muchas calles y se reparte comida para todos, bebidas (cero alcohol) y mucha alegría. En el intermedio se baila, se grita, se ríe, de todo.

Y la gente…
Nos querían saludar, sacarnos fotos con nosotros o simplemente de nosotros. Nos preguntaban cosas, nos llevaban de acá para allá como si fuéramos parte del barrio. Esto fue durante unas cinco horas hasta que llego el momento señalado. 

Terminamos comiendo hasta el hartazgo en una especie de caos hermoso.

Un par de horas después… ya estábamos arriba de un colectivo rumbo a Luxor.
¿Fue una buena idea?
No sé. Pero fue parte del viaje.

———–

Hoy fue un día caluroso.

Hoy fue un día desgastante.

Hoy… odié a los egipcios.

Fuimos al templo de Karnak. Monumental. Increíble.
Caminar bajo esos arcos de piedra caliza y granito, tallados con las caras de los faraones y llenos de jeroglíficos no tiene precio. Es increíble que algo así uno lo pueda llegar a seguir transitando luego de tanto tiempo de estar ahí. Tantas historias que vivió. Egipcios, griegos, romanos, persas, sirios, hititas, nubios y anda a saber cuantas culturas más deben haber pasado por ahí con el correr de los años.
Menos turistas que en las pirámides. Un poco más limpio. Pero nos derretimos bajo el calor del mediodía

Y los egipcios… insoportables.
Te venden, te persiguen, te mienten, te avasallan.
Nos dieron una comida malísima a precio alto y ofreciéndola como algo bueno. Nos quisieron cobrar cualquier cosa en una verdulería.
Todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo.
También uno en el templo, un guardia, que nos quiso mostrar «amablemente» un lugar que estaba un poco más oculto y luego nos empezó a pedir dinero mientras sostenía el rifle. Hermoso sujeto. No le dimos nada claramente. Como dijo Tolke después: «Que me dispare, plata ni miedo nunca tuvimos».

Espero que mañana sea mejor.

Lo bueno, es que conocimos a Sofi, una chica de Ecuador que venía en el mismo colectivo que nosotros. Se sumó con nosotros al paseo del día de hoy y también nos organizamos para ir a pasear mañana.

17/03/25

No me gusta generalizar, de verdad. Pero hay un punto en que uno empieza a desconfiar por instinto.

Hoy fuimos al Valle de los Reyes y al templo de Hatshepsut. Hermosos, imponentes. Pero Luxor… Luxor satura. No por los lugares, sino por la gente. La insistencia constante, las trampas turísticas disfrazadas de sonrisas. Te mienten, te estafan, te hacen sentir como un tonto con una etiqueta que dice «pague aquí». Todo eso sumado a la sobresaturación de turistas en sí.

Y entonces, cuando aparece alguien realmente honesto, uno ya está tan a la defensiva que ni siquiera lo quiere saludar. Capaz lo primero que uno piensa es en escupirle la cara, pobrecito.

Y no quiero generalizar, insisto. Conocí egipcios buena onda, generosos y genuinos. Pero no están en los circuitos turísticos, no manejan taxis ni venden comida. Es triste, porque al final uno termina refugiándose en el supermercado con precios a la vista en lugar de apoyar a los locales. Se sabotean solos.

Puedo entender el resentimiento histórico. Europa hizo desastres acá. Pero yo no fui parte de todo eso. Estoy aquí buscando mirar, aprender y escuchar. Así que voy a utilizar toda mi fuerza interna, para no darles bola, no hacerme parte de sus problemas y que no me saquen las ganas de volver, que este lugar, más allá de este tipo de gente, es hermoso.

Egipto es hermoso. Hermoso y caluroso.

Eso si, de Luxor nos vamos mañana a primera hora. Hay un montón de cosas hermosas dando vueltas, pero la verdad no vale la pena tanta mala sangre.

Próximo destino: Aswan.

 


 

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11 – Previas de un viaje a Japón

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